lunes, 17 de noviembre de 2008

Otras Críticas




Espectáculo: Cuentacuenteando

con Juan Ignacio Jafella y Claudio Ledesma

Viernes 20 de marzo a las 23.00
La Salita, Hipólito Irigoyen 1862

Entrada $ 15

Cuando el artista sube al escenario cuenta con toda su persona, y así es, pero algunos tienen mucha más conciencia que otros de esto y lo utilizan a su favor, Juan Ignacio Jafella sabe muy bien que de esto se trata. “La Salita” es un lugar casi ideal para contar cuentos. Un escenario no muy elevado, el público cerca, buena acústica, buenas luces, casi más no se puede pedir. Resultó si un poco tarde para un viernes y esto hizo que no hubiera mucho público. Es una hora en la que si tienen lugar muchos espectáculos en el Off Corrientes pero a la que el público de la narración oral no está acostumbrado. Quizás haga falta pioneros como Jafella que impongan nuevas costumbres. Es de destacar que Claudio Ledesma acompañe esta clase de iniciativas y se sumerja en bucear en este tipo de nuevas propuestas. Jafella es actor y mimo. Su físico jamás se independiza de la palabra y mantiene la actitud de contar en todo momento, cuando cuenta solo o cuando lo hacen a dúo con Claudio. En algunos cuentos el dúo interactúa y en otros Juan Ignacio como mimo y Claudio como narrador trabajan por separado interpretando el mismo texto al unísono. El resultado es interesante, atractivo. Se atreven con textos difíciles y salen airosos. El respeto a estos textos hace que algunas veces se filtre una que otra palabra o expresión excesivamente literaria. Quizás haga falta solo pequeños ajustes a las adaptaciones. Uno sabe que va a ver y escuchar cuando cuenta Claudio, y para quienes no conocen a Juan Ignacio sepan que van a encontrarse con un narrador digno de observar del que, independientemente de lo que cuente, seguro se puede aprender mucho. Con yapa incluida la duración fue acertada y resultó una buena manera de terminar la semana.
No nos gustó: la hora y el poco público, aunque quizás una cosa sea consecuencia de la otra.
Nos gustó mucho: La entrega de los narradores fue la misma que si “La Salita” hubiera estado completamente llena. Lo hicieron con pasión y nos regalaron lo mejor de ellos.


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Fragmento de la nota publicada el 9/1/09 en la edición nº 30 del semanario "Tiempos" de Villa Gesell.


Juan Ignacio Jafella
“Soy un espectáculo ambulante”

Escribe Sabrina Picolla

(...) Un novato de temporadas geselinas conocedor de géneros, de literatura, de gestos. Juan Ignacio Jafella es un espectáculo ambulante desde sus zapatos negros, brillantes como botellas al sol, hasta su cabello castaño. Un cuentacuentos para el que lo quiera escuchar, que utiliza recursos de actuación para alimentar sus narraciones. Para llegar a hacer su espectáculo debe elaborar, revisar y probar una y otra vez la selección de cuentos. “Es mucho el trabajo de encontrar un cuento que no sólo sepas que pueda funcionar sino que te guste. Si hiciera algo que le guste solamente al público, sin pensar en mi, no tendría sentido."
Juan Ignacio elije para los más chiquitos los cuentos de autores nacionales de las décadas posteriores a la dictadura: Elsa Bornemann, Emma Wolf, Ricardo Mariño, Silvia Schujer, Maria Inés Falconi. “Leo bastante y ahí encuentro cosas que me divierten o que me atrapan”. ¿Qué público es más exigente, los niños o los adultos? "Los niños."

Uno de sus trabajos en la Buenos Aires que lo ha adoptado es asistir a las escuelas para contarles cuentos a los alumnos. En esos casos le piden que los cuentos tengan cierto mensaje, “aunque a mi me gusta contar un cuento por el simple hecho de contar una historia”, asegura.

Además de ser un acérrimo lector Juan Ignacio recibió varios premios literarios. También participó en tres cortos cinematográficos como actor y en dos como realizador y participó de varias asistencias técnicas en distintas obras de teatro. Mucho recorrido para tan poco camino transcurrido. Si bien en su Mendoza natal pudo realizarse como actor, fue en Buenos Aires donde consiguió trabajar de lo que más le gusta. Llegó a la capital del país hace un año. “Yo y mis circunstancias”, dice. En la ciudad tenía algunos amigos, que podían subsistir gracias a la ayuda de sus padres.

“En mi caso yo no contaba con plata de mis viejos para poder viajar- recuerda. Con todas las cosas que hacía pude ahorrar y me fui con esa plata. Lo primero que hice fue comenzar a buscar un lugar para actuar porque no me conocía nadie. Entré a una obra infantil en estas últimas vacaciones de invierno. Fui a un montón de casting de obras que eran a largo plazo, sin mucho objetivo, muchas cosas amateurs. Lo que buscaba eran cosas que tenían que ver con lo profesional porque no trabajaba de otra cosa”. Así pudo conseguir un lugar en el Teatro y Club de la Comedia El Bululú. “Allí fui con un número de pantomima y le gustaron algunas cosas y estuve todo el año ahí”.

El cuentacuentos

Había una vez un cuentacuentos que llegó a Villa Gesell una mañana de enero con una mochila repleta de cuentos. Las historias se mezclaban con la ropa y los recuerdos de su Mendoza natal. Vino a contar cuentos en esta ciudad de arena y sal. Cuando llegó la primera función se paró en la calle cuando el sol se iba, tímido aún, y repartió volantes. “Señora, ahora voy a dar un espectáculo de narración de cuentos…” dijo a viva voz. Así es el cuentacuentos. Camisa negra, pantalón a cuadros, sonrisa en el rostro. Vendiendo su espectáculo antes de una función.
(..) Lentamente el lugar se llenó de chicos deseosos de escuchar. Y en él burbujeaban cuentos de brujas,de romance, de terror. De un secreto celosamente guardado, de un señor verde, de una nena a la que le gustaba todo de a montones, de un monigote en la arena.

Los chicos miraban los gestos del cuentacuentos y los imitaban sin querer. Se rieron con él, contestaron a sus preguntas. Se llenaron el corazón de historias y la imaginación de nuevos rostros inventados. El cuentacuentos los miraba y se veía en ellos, como si uno fuera espejo del otro.

Se terminó la función. El cuentacuentos cambió las palabras por los gestos y se los obsequió. Uno a uno se fue acercando a ellos, con flores invisibles de los colores más variados y las fragancias más frescas. Uno a uno se fueron retirando los chicos, con una flor impalpable en cada mano, una sonrisa en el rostro y mil historias para contar.

Y el cuentacuentos se quedó solo. Puso los cuentos en una caja para que no se escapen. Se sacó el cansancio de su garganta con un vaso de agua. Y, mirando hacia el cielo cubierto de estrellas, deseó vivir por siempre feliz…

Sabrina Picolla*



* la nota fue resumida para una lectura más ágil. 
Para leerla completa ingresar a  
www.semanariotiempos.com/2009/01/juan-ignacio-jafella-soy-el-espectculo.html 
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