La Narración Oral es un oficio y un arte antiguo
como la humanidad que en los últimos años ha renacido tanto por su atractivo
estético y literario como por su economía de elementos. Su misma austeridad y
despojo de artilugios fuera de la voz y el cuerpo del narrador lo lleva a ser
un espectáculo dúctil espacialmente, de fácil traslado y con pocas necesidades
técnicas. Un narrador es un juglar contemporáneo, que en sus presentaciones
combina textos anónimos y de autores, palabras propias y prestadas.
Tampoco podemos descartar su función pedagógica. Entre los
que han propuesto la narración de cuentos como método para fomentar el
desarrollo intelectual moral y estético de los niños y jóvenes, figuran el
alemán Federico Froebel, conocido como el padre del Kindergarten, en el siglo
XIX, el checo Jan Amos Comenius, en el siglo XVII, el español Raimundo Lulio,
en el siglo XIV y el filósofo griego Platón. T. S. Eliot dijo que se inclinaba
más a pensar que la mayor influencia en nuestras vidas provenía de la
literatura que habíamos leído por simple placer o entretenimiento.
Si pensamos que narrar es un arte, como tal puede enseñarse.
El narrador podría poseer buena memoria para recordar el
hilo argumental de las historias, como estribillos o canciones que se repitan.
Esto no significa que se sepa los cuentos de memoria. En la narración se
desarrolla la capacidad de improvisar, porque todo lo que se cuente –y así
pasen años- se debe oír y ver como si fuese la primera vez.
La improvisación está en el aquí y ahora del suceso de la
narración. Al no repetir de memoria, sino re-crear los cuentos, el contador de
historias va dando vida a cada palabra que dice.
Es por eso importante desarrollar una voz flexible y una
noción del tiempo mientras se habla. Intensidad, ritmos, tonos, timbres de
voz van a contribuir al enriquecimiento
de los relatos. Si se mueve por el espacio, el cuerpo tiene que ser orgánico
(lo que se obtiene mediante ejercicios, sin ninguna restricción de edad).
Por último, la capacidad interpretativa. Aprender a traducir
del lenguaje escrito, en el que el narrador encuentra las historias, al
lenguaje oral.
Todas éstas condiciones pueden desarrollarse de manera
placentera en cualquier alumno/a, aumentando a su vez su interés por la lectura,
despertando su curiosidad y creatividad, mientras expresa emociones y
pensamientos física y oralmente.