1.
Del
relato oral a la literatura.
En un
principio los cuentos eran orales y por lo tanto, había tantas versiones
como personas los contaran. La primera fase escrita probablemente se inició
cuando los egipcios elaboraron el llamado “Libro de lo mágico” (cerca del 3050
a. C.). De allí pasamos a la Biblia —donde por ejemplo se recoge la historia de
Caín y Abel (aproximadamente en el 2000 a. C.)— la que tiene una clásica
estructura de cuento. En el siglo VI a. C. surgieron las obras Ilíada y Odisea,
de Homero, así como la literatura hindú con Panchatantra (siglo II a. C.). Con
posterioridad y en Persia, surgió y se difundió la recopilación de cuentos “Las
mil y una noches” (siglo X).
La segunda fase escrita comenzó alrededor del
siglo XIV, con el renacimiento (o humanismo) que fue cuando surgieron las
primeras preocupaciones estéticas. Así, Giovanni Boccaccio (1313-1375),
inspirándose en el género del novellino,
compuso en esos años su “Decamerón”. Boccaccio dio una estructura exterior a
los relatos, la llamada cornice: una
serie de narradores que se reúnen en un lugar para contarse mutuamente cuentos
para distraerse, forzados por alguna desgracia exterior que pretenden evitar. A
ésta cornice nosotros hoy la llamamos “el marco del cuento”.
2.
La
esencia del cuento
A medida que las sociedades se fueron
modernizando, las religiones se instituyeron y fue teniendo mayor importancia
la cultura letrada. Los cuentos orales que no entraban en la cosmovisión
dominante fueron quedando relegados a la infancia, la superstición, lo mágico,
lo popular y lo profano. La literatura moderna los recopila, escribiendo y cristalizando
una versión de la historia (un ejemplo es el “Pulgarcito” de Perrault y el de los
hermanos Grimm). Al ser escritos, los cuentos pasan a tener un autor y una
existencia en el mundo de la cultura letrada. Su materialidad a través de los
libros les otorga un reconocimiento que antes no habían tenido. Por un lado,
esta cultura revaloriza el folklore de los cuentos y por otro les confiere un sentido: que eduquen moralmente a las
niñas y a los niños. De allí viene la idea de que lo principal de una historia es
su mensaje. Éste suele confundirse con la esencia del
cuento. Así se desprenden las moralejas, interpretaciones
unidireccionales que no respetan la facultad de pensar y de interpretar en los
lectores (u oidores). Ésta subestimación la ridiculiza Saki en “El cuentista”
(1914).
3.
El siglo XX
En el siglo XX se generó un gigantesco
avance en la técnica y la ciencia. Por un lado surgió el psicoanálisis, que
comenzó a interpretar el inconciente (lo que estaba debajo del iceberg) de las
conductas humanas. Por primera vez una ciencia evidenciaba el significado no
conciente de las palabras, actos, producciones imaginarias (sueños, fantasías,
delirios) de una persona. Por otro lado, aparecía el materialismo histórico
que investigaba la sociedad humana, tratando de hacerlo sin presupuestos ideológicos,
partiendo de los individuos empíricos y las relaciones que establecían entre
ellos.
En las artes escénicas aparecen dos géneros
devenidos de éstas corrientes: el naturalismo y más tarde el constructivismo. El
primero, en reacción al romanticismo (el movimiento predecesor) está basado en
reproducir la realidad con una objetividad documental en todos sus aspectos,
tanto en los más sublimes como los más vulgares. El segundo constituyó una
manera de desglosar la obra de arte en un espacio y un tiempo. A partir de éstas dos corrientes (en especial
la segunda) considero que surgen las adaptaciones.
4.
Los
métodos derivados del siglo XX
La adaptación está ligada con el análisis y la
interpretación de un texto u obra de arte.
Estudiar la biografía del autor para interpretar
su obra se corresponde en parte con el naturalismo (y es todavía heredero del
romanticismo). La búsqueda de un narractor o narractriz que cuente algo creíble
(y que sea también creíble su expresión) sigue también de ésta lógica.
El
constructivismo hizo entrar en juego la capacidad de desarmar un
texto o una obra de arte. Podemos decir que al hacer esto de alguna manera los
desacralizó (como un niño que juega desarmando un jueguete para ver cómo
funciona). En ese desacralizar la obra de arte, se descubrió que toda obra es
resultado de un momento particular (social, cultural e histórico) y así el
análisis y la interpretación de una obra comenzó a ligarse al estudio del contexto
social e histórico de su producción.
5.
Los
procedimientos
Uno puede inferir lo que pudo haber querido hacer
el autor o lo que produjo el texto en un determinado momento histórico. Sin
embargo, hay algo más que necesitamos saber para hacer una adaptación. Son los
procedimientos mismos (o signos) que componen el texto.
La semiología, o semiótica es una ciencia que
trata sobre los sistemas de comunicación dentro de las sociedades humanas. Estudia
las propiedades generales de los sistemas de signos.
El estudio de los signos nos permite observar y analizar
los procedimientos y las marcas que deja un autor en su texto u obra. Por
ejemplo, podemos ver si en el cuento aparece un elemento sorpresivo que estaba
omitido para provocar un efecto. Otros procedimientos que podemos encontrar son
ritmos, estructuras sintácticas o morfológicas, recursos poéticos y narrativos que
se presentan en la historia. A medida que leemos e interpretamos esos signos, los
podemos homologar en el campo de la escena.
6.
La
libertad de crear
Mientras contamos nuestra
versión oral del cuento, vamos recreando esos signos que antes estaban en el
papel y ahora aparecen en escena. Entonces, no podemos decir que reproducimos la
esencia del cuento, en todo caso, cada persona descubre (o construye) la
esencia que ella misma le quiera dar a su historia. Y la materialidad de un
cuento se encuentra en todos los procedimientos que podamos
visualizar, leer e interpretar empíricamente. Éste trabajo puede ser tanto
racional como intuitivo, si bien en el arte no hay una diferencia tajante entre
éstas dos cosas.
Si el mensaje no es la esencia del
cuento, hoy podemos contar como por primera vez, haciendo interpretaciones
nuevas, con total libertad. Y hasta dándonos el permiso de cambiar la historia
si la contamos, ya que la predictibilidad mata el suspenso, elemento primordial
para mantener la atención. Quizás, el acto de imaginar requiere la capacidad de
producir nuevos significados (tanto para quien cuenta como para quien escucha).
7.
Conclusiones
Creo que una
narractriz puede darle a cualquier texto la intensión que desee darle (por
ejemplo, parodiar, cambiar el estilo o fragmentar el discurso). Desde un punto
de vista contemporáneo creo que la adaptación de un cuento literario siempre va
a estar supeditada a la intención que tengan los narractores, y a cómo lo
reciba su interlocutor o público. Por esto digo que, en el fondo, todas las
adaptaciones son versiones libres orales.
Por otro lado aparecen dificultades nuevas, como la disminución de la atención del público, derivada de ésta época saturada de información y del uso indiscriminado de la tecnología. Es importante que investiguemos en nosotrxs mismxs y en el material que deseamos narrar, para adueñarnos de la expresión y del relato, cómo lo queramos contar movilizando nuestros propios gestos y nuestra voz. Finalmente, en la narración frente a otrxs se terminará de definir el sentido, un sentido que no podemos atrapar porque siempre se nos escapa.
Por otro lado aparecen dificultades nuevas, como la disminución de la atención del público, derivada de ésta época saturada de información y del uso indiscriminado de la tecnología. Es importante que investiguemos en nosotrxs mismxs y en el material que deseamos narrar, para adueñarnos de la expresión y del relato, cómo lo queramos contar movilizando nuestros propios gestos y nuestra voz. Finalmente, en la narración frente a otrxs se terminará de definir el sentido, un sentido que no podemos atrapar porque siempre se nos escapa.
Lic. Juan Ignacio Jafella
www.cuentacuenteando.blogspot.com.ar