martes, 9 de marzo de 2010

Diario “PUNTAL” (Villa María, Córdoba – 16 de febrero de 2010)

JUAN IGNACIO JAFELLA
“El boom de la narración tiene que ver con la crisis de la lectura y del teatro”

Ésta noche a las 22 presenta en la Medioteca su espectáculo “Modelos de madre para recortar y armar”, unipersonal de narración oral que propone una compleja polifonía de personajes y voces.

“Un juglar sobre todas las cosas”. Así es como se define Juan Ignacio cuando se apaga éste grabador y pregunto por su propuesta escénica. Como si la sola mensión de uno de los “métiers” más antiguos de la tierra invalidara cualquier modo de memoria tecnológica. Incluso el de un simple casete de audio. Y es que la misma esencia de la juglaría es tan clandestina y fugaz como el beso entre un conde y una lavandera; y por ende participa del maravilloso reino de lo inasible. Como el perfume volátil de una tormenta de verano que pasa y que ya no vuelve.
Y es así como pasaban también, en la Edad Media, los juglares por los pueblos. Cantando y contando historias a altas horas de la noche a una muchedumbre (generalmente trabajadores explotados y analfabetos) ávida de la experiencia artística, esa que le vedaban los reyes para anular toda ansia de libertad espiritual.
Y es que los juglares eran, en su inmensa mayoría, artistas rebeldes, hombres que se habían formado en música y poesía entre la aristocracia medieval para luego desertar de las iglesias o los castillos; ya sea porque no estaban de acuerdo con el dogma o porque pensaban que el arte era una gracia que le pertenecía a todos los hombres por igual. Y por eso eran perseguidos. La iglesia los acusaba de “paganos” o “satánicos” sencillamente porque, a la par de “La Ilíada” o de un pasaje bíblico, también podían recitar poemas picantes a las mujeres y el vino o ridiculizar al rey y al Papa.
Y por eso el “métier” del arte profano más ancestral de la historia creció a la sombra de todo oficialismo: serían los padres de los primeros poetas modernos (Francois Villon a la cabeza) de la música popular toda (desde los “minnersingers” alemanes hasta Los Beatles) y también de los nuevos juglares de la posmodernidad, entre los que se recuenta éste mendocino de 22 años radicado en Buenos Aires que hoy vuelve a la Villa y presenta en la Medioteca “Modelos de madre para recortar y armar”.
“Estrené ésta obra en el 2007 en Mendoza como un unipersonal, pero sobre todas las cosas como una juglaría”, dice el narrador.

Una voz para muchas voces

-¿Por qué es una juglaría?
-Porque el juglar de la Edad Media podía hacer muchos personajes y cambios en el tono de la voz pero estaba solo, y eso no era teatro. Lo que esencialmente hacía era contar historias.
-Originalmente su espectáculo era una obra de teatro escrita por el neuquino Hugo Saccoccia para muchos actores, ¿cómo se las arregló para adaptarla como unipersonal?
-Cuando yo estaba en Mendoza, a la obra la hizo un elenco y después uno de esos actores dirigió mi versión. Pero luego la fui adaptando a mi modo de interpretar y fluír, pero también al público presente, pasándola por mi experiencia personal también.
-¿Y qué “modelos de madre” le propondrá armar al público ésta noche?
-Son varios tipos de madres: la mamá primeriza, la ama de casa, la sobreprotectora, la castradora… La obra es una apuesta fuerte a la comedia y un espectáculo en el cual la gente se ríe bastante; pero por otro lado tiene un costado reflexivo, ya que habla de la madre como ese origen ineludible, ese útero al cual uno siempre está volviendo por más chistes que se puedan hacer al respecto.

Un juglar en la Reina del Plata y las dos Villas

“Con la idea de ser juglar llegué a Buenos Aires hace dos años, hasta que conocí el mundo de la narración oral de allá y me uní a ellos. Me dí cuenta que lo que yo hacía era muy parecido, sólo que yo no le llamaba narración oral. Así que empecé a trabajar y ya tengo varias obras hechas” dice el muchacho.
Y fue con ese paquete invisible de “obras hechas” bajo el brazo que Juan Ignacio se fue a Villa Gesell a ganarse “el vino medieval y el pan de las abadías” en la temporada. Lo hizo con el espectáculo que hoy presenta pero también con “De humor, de locura y de muerte” (narraciones de cuentos de terror de Horacio Quiroga, Edgar Allan Poe y Saki) y un bonus track cómico “Más respeto que soy el único”.
-¿Por qué un actor se hace narrador oral? ¿Es la narración oral una forma de teatro o es al revés?
-Las bases son parecidas, pero acá no uso elementos ni vestuarios. Todo lo que hago es evocar y convocar a la imaginación del espectador. Una ventaja de la narración oral sobre el teatro es que los actores pueden andar solos, moverse y viajar por todos lados sin pertenecer a un elenco fijo.
- Cada uno es su propia compañía…
-Exactamente. Y eso facilita las cosas. Además, la narración no exige mucho trabajo vocal ni corporal; y eso posibilita que mucha gente pueda empezar a las 40 o a los 50 años, como de hecho ha pasado con persona que hoy son excelentes narradores. En teatro eso es más difícil de encontrar.
-¿ A qué se debe el boom de la narración oral en Argentina?
-Me parece que tiene que ver con la crisis en la lectura, pero también con la crisis en el teatro, porque se está volviendo cada vez más hermético y menos popular. Y esto es un intermedio. Como narrador oral, estoy entre la televisión y la biblioteca. Tengo que lograr el interés del espectador y para eso me tomo muchas licencias.
-¿Cree que la gente tiene necesidad de volver a vivir algo ritual, que no le da la soledad de la lectura ni el elitismo del nuevo teatro?
- No lo había pensado, pero creo que tenés razón, que muchos buscan recuperar la ritualidad desde la narración. En la época en que no había libros, los libros eran los juglares.
- Sí, y curiosamente ahora es el libro el que alimenta al juglar, cuando antes era a la inversa, el juglar era el germen del libro…
-Justamente el juglar apareció en la Edad Media, en una época en donde la gente no leía mucho. Y hoy estamos en una situación parecida. De hecho, a mi trabajo lo pienso como difusor de cultura y de literatura.
-Los narradores coinciden en que los cuentos de terror son los que más interesan a los chicos…
-Es verdad y a veces los padres se enojan. Me ha pasado que algún adulto se enoja y me dice “pero cómo va a contarles esas cosas a los pibes”. Y a mí me ponen en una disyuntiva acerca de qué es lo que éticamente habría que contar, porque esos cuentos los fascinan.
- Y los juglares tiene que darle al pueblo lo que el pueblo quiere…
- ¡Exactamente! (dice Juan Ignacio y se ríe) ¡Exactamente!
Por eso es que ésta noche el pueblo villamariense está convocado a presenciar ésta obra apta para todo público, profana y popular, pagan y expresiva. Y Juan Ignacio asegura que nadie se va  a mover de sus butacas hasta que no termine la función. Porque si de algo puede dar fe su “métier” es que nadie se puede ir a dormir hasta el final de una historia. Y si se van a dormir antes, necesariamente vuelven al otro día. Tanto si son mujeres que miran la telenovela como el poderoso sultán Shahriar, que vuelve a llamar a Scherezade para que continúe el cuento de la víspera y una vez más (y hasta el amor eterno) vuelve a perdonarle la vida.

Iván Wielikosielek